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«Cuando concluyan su testimonio, la bestia que surge del abismo entablará combate contra ellos, los derrotará y los matará» (Ap 11,7).
Desde hace siglos o, más bien, desde tiempos del mismo Jesucristo, sabemos que estamos enfrascados en una permanente lucha o guerra contra Satanás, – el príncipe de este mundo y padre de la mentira. Este ser espiritual, sabemos por lo que leemos en el Evangelio, estuvo y ha estado presente en todo el camino y el accionar de Cristo, cuando estaba aquí entre nosotros, y lo sigue estando después de su partida hasta nuestros días; y viene haciendo lo único que sabe hacer: interponerse entre Dios y el hombre para hacer todo lo posible de alejarlo lo más que pueda de su Creador y Señor. El mismo Jesús tuvo que enfrentarse a él desde antes de llegar al mundo, pasando hasta el último momento de su agonía en la cruz, y sigue enfrentándolo hasta el día de hoy. A esto, claro está, que él mismo nos advirtió de que tendríamos que estar conscientes de que esta lucha continuaría en el tiempo hasta que él regrese en su gloria. Por eso le dijo al apóstol Pedro: «Simón, Simón, mira que Satanás les ha reclamado para zarandearlos como se hace con el trigo. Pero yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos» (Lc 22,31-32).
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