Por: Maruchi R. de Elmúdesi
MFC – Instituto de la Familia
mtelmudesi@gmail.com
La Navidad es el tiempo en que Dios ha manifestado su mayor signo de amor por la humanidad, y este gesto de amor se manifiesta cada día con el diálogo y la oración para que reine en las familias, la unidad, y que el amor permanezca para siempre en cada hogar dominicano.
El Señor nos ha visitado: «Y es que la Palabra de Dios se hizo carne y acampó entre
nosotros», nos dice San Juan en su Evangelio 1, (1-18). Cristo es el Dios hecho Hombre, para hacernos iguales a Él, en todo, menos en el pecado. ¡Nos ha nacido el Mesías esperado!, pero no el que esperaban los judíos para que los rescataran del yugo del Imperio Romano, sino otro tipo de Salvador, El Cristo, El Señor: el Dios visible del Dios invisible. Vino el Señor a su Pueblo, y aunque muchos no lo recibieron, a los que sí lo hicieron les da poder para ser Hijos de Dios. ¡Qué mayor privilegio que éste!
El Señor nos ha visitado. Pero, qué pena, que muchos no se den por aludidos. Al menos sus actuaciones dejan mucho que desear. Y somos nosotros los llamados a revelar el rostro de Dios al mundo. ¿Cómo ha sido nuestra revelación?
Su santidad Benedicto XVI dijo en cierta ocasión en uno de sus mensajes de Navidad: «El gran pecado de los hombres es actuar de manera presuntuosa por sí solos, competir con Dios, intentar ocupar su puesto y decidir lo que es bueno y lo que es malo, ser dueño de la vida y de la muerte (como ahora, con lo del aborto)».Y Jesús vino al mundo para salvar al hombre de todos los tiempos, que no sabe superar por sí solos las dificultades y peligros y necesita poner su mano, en otra más grande y fuerte, una mano tendida hacía él desde lo alto. Su Santidad igualmente denunció que la Navidad se ha convertido en una «fiesta del comercio», cuyas luces esconden el misterio de la humildad de Dios, que nos invita a la humildad y a la sencillez».
Jesús viene a reinar entre los corazones afligidos, a los angustiados por la Post- modernidad. A los agobiados de este milenio, porque han perdido el sentido de la trascendencia. A los que han perdido la esperanza y es poco lo que les queda de ilusión. La Navidad se ha convertido en una fiesta pagana más: comelonas, bebentinas, regalos (para las personas que no lo necesitan), fuegos artificiales, etc., etc. ¡Que esta Navidad sea una época para pensar mucho más
en Jesús de Nazaret, quien es el personaje CENTRAL de esta gran fiesta de Navidad! Esa persona que ha venido a liberarnos de toda atadura que nos impide nuestro crecimiento espiritual. El que nos libera para no tener que beber hasta «sentirme feliz», porque yo lo soy sin necesidad de ningún licor que me lleve hasta el inconsciente. Pero, ¡qué poco conocemos al
que ya está entre nosotros! Vamos a aprovechar esta Navidad para reflexionar más en: ¿Quién es Jesús para nosotros, que es la Navidad para nosotros? ¿Vivimos los valores cristianos de la Navidad? ¿Sabemos cuáles son esos valores?
Que el Señor nos ayude a reconocernos sus hijos y saber vivir como verdaderos Hijos de Dios ante un mundo que ha decidido negarlo. ¡Amén!