La vida no está en el poseer

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Jan van Welie

Para Dios, tanto la lucha más grande que tuvo Él con el pueblo “escogido”, como el desencanto más sufrido causado por ellos, fue la adoración de las estatuas de barro, de los becerros de oro, copiada de los pueblos paganos aledaños del pueblo de Israel.

¿Cuántas veces tuvo que remachar que Él era el único Dios?, ¿cuántos milagros tuvo que hacer para que aprendieran? Sin embargo, el pueblo seguía cayendo en lo mismo.

Hoy día, el hombre no anda adorando estatuas, ni animales de bronce, ni de cobre ni de oro, hoy anda atrás de otros dioses.

Anda detrás del ‘dios dinero’, del ‘dios sexo’, del ‘dios poder’, del ‘dios prestigio’, y no sé cuántos dioses más, pensando encontrar la felicidad en ellos.

Desde temprana edad, nuestros padres, nuestros tutores, nuestros profesores y maestros nos inculcan que debemos prepararnos bien a través de los estudios, para subirnos bien alto en la escalera de la sociedad, para poder disfrutar bien de todos estos manjares que nos brindan todos estos dioses.

Nos dicen que con el dinero se te abren todas las puertas; no dudamos que el dinero facilita muchas cosas, pero no es la llave para llegar a la felicidad.

¿Cuántos hombres ricos llevan una vida de muchas amarguras, muchas tristezas y desesperaciones? No crean que yo era una excepción, desde joven perseguí el carro grande, una casa majestuosa, una mujer bella, mucho dinero y prestigio hasta que un día me llamaron a participar en un Cursillo de Cristiandad. Ahí me tropecé con la sabiduría de Dios justamente en el libro de Proverbios 30, 7-9, a través de las palabras de Agur, hijo de Yaqué, originario de Massa: “¡Dos cosas te pido, Señor, no me las niegues: Aleja de mi la falsedad y la mentira, y no me des ni pobreza ni riqueza.

Dame sólo mi ración de pan, no sea que en la abundancia reniegue de ti y diga: “¿quien es el Señor?”, o que en la miseria me ponga a robar y profane el nombre de mi Dios!”. Sobre estas palabras comencé a construir mi camino hacia el Reino de Dios.

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