¿Quién soy yo para juzgarlos?
Todos recordamos cuando en su regreso a la Jornada Mundial de la Juventud (28 de julio de 2013), dijo: «Creo que cuando uno se encuentra con una persona así, debe distinguir el hecho de ser una persona gay, del hecho de hacer un lobby, porque ningún lobby es bueno. Son malos. Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla? El Catecismo de la Iglesia Católica explica esto de una manera muy hermosa…».
De todo lo que el papa dijo en ese entonces lo único que ha hecho historia y éxito han sido las palabras de acoger y de no juzgar, ni condenar. Nadie se ha tomado la molestia de ir a leer lo que explica el Catecismo de la Iglesia Católica al que hace mención el papa.
Se repite la historia y al nal de su Viaje apostólico en Armenia en la tradicional rueda de prensa con a bordo del avión que lo reportaría a Roma el papa Francisco fue abordado de nuevo sobre este tema por el periodista Cindy Wooden, responsable de CNS, Agencia católica de los Estados Unidos que le preguntó: «Hace unos días, el cardenal Marx, en una conferencia en Dublín sobre la Iglesia del mundo moderno, dijo que la Iglesia Católica debe pedir disculpas a la comunidad gay por haber marginado a estas personas. En los días después de la masacre de Orlando… muchos dicen que la comunidad cristiana tiene que hacer algo con este odio hacia estas personas. ¿Qué piensa usted?»
La agencia internacional Associated Press (AP) ha inmediatamente «publicado» su noticia sobre las declaraciones del papa, que como en otras ocasiones mete las tijeras y dice, o pone al papa a decir, lo que le interesa. Dos periódicos locales, a su vez, republicaron la noticia (Listín Diario y Hoy, 27 junio 2016). El titular «papa: Iglesia debe una disculpa a los gays por marginarlos» (AP): Francisco respondió con una variante de su famoso comentario «¿Quién soy yo para juzgarlos?» y una repetición de la enseñanza de la Iglesia de que los gays no deben ser discriminados, sino tratados con respeto.
¿Será cierto que eso fue sólo eso lo que quiso decir el papa Francisco? Alguien me preguntó al respecto, y como en otras ocasiones lo que hago es ir directamente a la publicación de la página de la Santa Sede, y leer completa la respuesta del papa.
Aquí la transcripción y traducción de la respuesta, que dividiré en dos partes y añadiré una breve nota con respecto a lo primero que me parece complementan lo que el papa quiere referir. A lo segundo del perdón los medios ya se encargaron de darle su ciente cobertura. A rma el papa: «Yo repetiré lo que dije en el primer viaje. También repito lo que dice el catecismo de la Iglesia Católica: que no sean discriminados, que deben ser respetados, acompañados pastoralmente.
Se puede condenar, pero no por motivos ideológicos, sino por motivos digamos de comportamiento político, como ciertas manifestaciones un poco demasiado ofensivas para los demás. Pero esto son cosas que no tienen que ver con el problema. Si el problema es una persona que tiene esa condición, que tiene buena voluntad y que busca a Dios, ¿quiénes somos nosotros para juzgar? Debemos acompañar bien… ¡Lo que dice el Catecismo! Es muy claro el Catecismo. Después, hay tradiciones en algunos países, en algunas culturas, que tienen una mentalidad diversa con respecto a este problema».
El papa repite lo que dice el catecismo: que no sean discriminados. Para ser más precisos hay que alargar el horizonte y conocer lo que dice como doctrina católica el Catecismo: «Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta» (2358). ¿Si habla de discriminación injusta, y es lógico pensar -a partir de esta a rmación- que se pueda admitir que exista y pueda existir hacia ellos una discriminación justa?
En lugar de centrarme en esta parte (2358) creo que es importante ver las afirmaciones doctrinales que hace el Catecismo de la Iglesia Católica antes de llegar a hablar de acogida a las personas con esta tendencia cuyo «… origen psíquico permanece en gran medida inexplicado» (2357).
En efecto el afirma el Catecismo en el párrafo anterior: «Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que «los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados» (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso» (2357).
Y más adelante, después de invitar a evitar hacia ellos toda discriminación injusta: «Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana» (2359).
Palabras importantes del Catecismo re riéndose a los actos homosexuales, no habla de las personas: intrínsecamente desordenados, contrarios a la ley natural, cerrados al don de la vida, no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual, no pueden recibir aprobación en ningún caso y nalmente, que habla sobre las personas homosexuales, que están llamadas a la castidad.
En esta lógica es que va vista la declaración del papa cuando insiste: «Lo que dice el Catecismo es muy claro». El papa no hace sino repetir la doctrina de la Iglesia. Condena los actos, no la persona. Condena el pecado, no el pecador.
Por supuesto que para la prensa pasó desapercibida la frase: «Se puede condenar, pero no por motivos ideológicos, sino por motivos digamos de comportamiento político, como ciertas manifestaciones un poco demasiado ofensivas para los demás», y esto debido a que es una abierta crítica del papa ha llamado «gay pride», y todo lo que esto supone.
La segunda parte de la respuesta papal es: «Yo creo que la Iglesia no solo debe pedir disculpas, como ha dicho algún cardenal marxista (ríe), no solo debe pedir disculpas a esta persona que es gay a la que ha ofendido, sino también pedir disculpas a los pobres también, a las mujeres explotadas, a los niños explotados en el trabajo. Debe pedir disculpas por haber bendecido tantas armas. La Iglesia debe pedir disculpas por no haberse comportado muchas veces… ¡Cuando digo Iglesia, digo los cristianos! La Iglesia es santa, los pecadores somos nosotros. Los cristianos debemos pedir disculpas por no haber acompañado tantas elecciones, tantas familias… Yo recuerdo de niño, en Buenos Aires –la cultura católica cerrada, yo vengo de allí-, donde, si había una familia divorciada, no se podía entrar en su casa. Estoy hablando de muchos años atrás. La cultura ha cambiado, gracias a Dios. Los cristianos debemos pedir disculpas. Y no solo: Perdón. Perdón. Perdón, Señor. Es una palabra que olvidamos mucho».