La vida verdadera

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Silvia Risk de Pereyra

En el Evangelio Jesús nos habla de que Él es la vida verdadera, y Dios es el labrador que corta toda rama que no da fruto; y todo sarmiento que da fruto lo limpia para que dé más fruto. Aquí Jesús nos invita a permanecer unidos a Él, que es la vida verdadera, ya que un sarmiento por sí solo no puede producir frutos. Nos dice también que el que permanece en él dará muchos frutos, pero sin él no podemos hacer nada.

Todos sabemos que solo los árboles sanos dan frutos buenos y abundantes, y esto sucede cuando corre por ellos buena savia, pues así mismo es la vida del cristiano, debe correr la vida de Cristo por nuestras venas, para que podamos reflejar esa santidad personal que nos convierta en verdaderos discípulos de Cristo. Solo unidos a Cristo, en la oración, la eucaristía y el apostolado, podremos dar abundantes frutos, y como dice la Palabra de hoy: “Mi Padre es glorificado cuando ustedes producen abundantes frutos: entonces pasan a ser discípulos míos.”

En el Evangelio también vemos como Dios a los sarmientos que dan frutos buenos los limpia para que den más frutos, y esto no es más que aceptar con humildad que el Señor arranque en nosotros todo obstáculo que nos impide vivir esa vida de santidad a la que estamos llamados, por lo que debemos entender cuando debemos mejorar nuestro carácter, nuestros apegos y todo lo que no nos permita vivir como verdaderos discípulos de Cristo.

Descubrí en un Cursillo de Cristiandad hace ya 23 años esa Vida Verdadera, que es la Gracia de Dios, la cual ¡transformó mi vida! Desde entonces me propuse estar unida a Jesús para poder dar muchos frutos de amor, de alegría, de testimonio y sobre todo frutos de servicio y apostolado. Entendí que la única forma de estar unida a Él era a través de la oración, de la Eucaristía y sobre todo del apostolado, que no es más que amar a Dios en los hermanos.

A través de todos estos años he tratado de no despegarme de la vida verdadera, he contado con la fuerza del Espíritu Santo para poder seguir dando frutos para gloria de Dios, porque entendí que solo unida a Él se puede enfrentar con esperanza y alegría los retos de este mundo.

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