Por:
Juan Pascual
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En uno de esos barrios perdidos por el olvido gubernamental, y estigmatizado por las malas lenguas; vivía uno de los más conocidos agentes pastorales de la Pastoral Social, un señor con un apodo emblemático, «El General» yesto al parecer debido a su porte, su corte de pelo y sus chaquetasmilitares.
Como a muchos, los años no lo habían perdonado, aunque jubilado hacía ya mucho tiempo, no era de esos que se rendían, siempre en primera línea al servicio de los demás. Joven en espíritu, pero, físicamente, ya no era el mismo, ni lo sería. Su liderazgo trascendió las fronteras de su labor pastoral, alcanzando puestos en la Junta de Vecinos, la que luego llegó a presidir varias veces. En las empresas en las que llegó a trabajar, siempre destacó por su disposición, fraternidad, respeto, y entrega. Mientras que, en los ambientes de su comunidad parroquial, desarrolló varias iniciativas apostólicas, que iban desde la ayuda a enfermos, hasta el apoyo con becas a estudiantes de escasos recursos. No era de esos a los que se les inflaba el pecho por sus éxitos, al contrario, mostró muchas veces su descontento cuando se le quiso homenajear o felicitar por su servicio.
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