Publicado: Sábado, 10 Mayo 2014; Escrito por Jose F. Saint Hilare
En el Evangelio se hace referencia a los discípulos de Emaus, y nos narra como estos conversaban entre sí todo lo que había acontecido en esos días en Jerusalén.
Y es en ese momento cuando el propio Jesús resucitado se les acerca, pero sin reconocerlo, y le explican lo que las mujeres y algunos de los discípulos habían testificado sobre la resurrección.
El los reprime por su falta de fe, llamándolos insensatos y tardos de corazón, explicándoles las Escrituras que hablaban sobre Él.
Al llegar a su destino, Él hace ademan de dejarlos, pero ellos le reclaman y dicen: “Quédate con nosotros, pues atardece y el día ha declinado”. Se quedó con ellos, partió el pan y se los iba dando. Fue entonces cuando abrieron los ojos y le reconocieron, pero Él desapareció de su vista.
Volvieron de inmediato a Jerusalén, y le contaron a los demás lo que había pasado y cómo le reconocieron al partir el pan.
Ahora yo me pregunto: ¿Cuántas veces se nos ha acercado el Señor y no le hemos reconocido.? Realmente sentimos arder nuestro corazón al escuchar las Escrituras, o es algo que nos deja indiferentes, que no nos mueve a aplicarlas en nuestra vida diaria? Sentimos realmente su presencia Viva, en la Eucaristia, que nos invita a dar testimonio con nuestras vidas de que Cristo vive?..
Realmente yo he podido tener la gracia de poder sentir esa presencia viva de Jesús en mi corazón, pero por pura iniciativa Suya, por Su gran Amor y Misericordia, dones que han provocado en mí, poder sentirlo no solo en las Escrituras y en la Eucaristía, sino tambien en mis semejantes, sobretodo en los más necesitados, en el que sufre, en el que más necesita de nosotros.
Y esa gracia que el Señor me había dado en el Bautismo, pude reencontrarla en el Cursillo de Cristiandad, donde en un fin de semana maravilloso me enseñó que Su Resurrección no había sido en vano, que realmente valió la pena y que Él me acompaña junto a mis hermanos hasta el final de los tiempos para que demos testimonio con nuestras vidas de que Él está vivo y tiene un plan maravilloso para cada uno de nosotros.
Nos toca ahora a cada uno poner en marcha ese plan maravilloso de Salvación y llevar esa Buena Noticia a los que no la conocen, para el honor y la gloria de Dios.
Dios les Bendiga