Martes, 03 Junio 2014.
Por Mons. Amancio Escapa
Obispo Auxiliar de Santo Domingo
Asesor del MCC
Todo el documento que tenemos entre las manos tiene un fondo de evangelización. La evangelización es tarea de todo el pueblo de Dios, ninguno está excluido:«No puede haber auténtica evangelización sin la proclamación explícita de que “Jesús es el Señor” y sin que exista “un primado de la proclamación de Jesucristo” en cualquier actividad de evangelización».No está reservada ni puede ser delegada a un grupo particular.
Todos los bautizados están directamente involucrados. Toda la exhortación tiene un sentido programático, que comienza con la iniciativa que siempre parte del Espíritu Santo. «Es lo que llama el papa, la primacía de la gracia» (EG 112).
Es el Espíritu el que guía a la Iglesia. Por eso la evangelización es tarea de la Iglesia «que es ante todo un pueblo que peregrina hacia Dios» (EG 111).
Decía el Papa Benedicto XVI: «Es importante saber que la primera palabra, la iniciativa verdadera, la actividad verdadera viene de Dios, y sólo si entramos en esta iniciativa divina, sólo si imploramos esta iniciativa divina, podremos también ser –con Él y en Él- evangelizadores» (EG112).
La evangelización no excluye a nadie porque «la salvación, que realiza Dios y anuncia gozosamente la Iglesia, es para todos (EG 113), no como seres aislados sino como pueblo». «Ser Iglesia es ser pueblo de Dios» (EG 114).
Un pueblo con muchos rostros. Analiza el Papa las diferentes culturas, porque «este pueblo de Dios se encarna en los pueblos de la tierra, cada uno de los cuales tiene su propia cultura» (EG 115). Y la cultura supone gracias «y el don de Dios se encarna en la cultura de quien la recibe» (EG 116).
«Cuando una comunidad acoge el anuncio de la salvación, el Espíritu Santo fecunda su cultura con la fuerza transformadora del Evangelio» (EG 116). Es el Evangelio quien enriquece las culturas todas y en todo tiempo, porque «una sola cultura no agota el misterio de la redención de Cristo» (EG 118). Culturizados por la propia cultura de cada región, al no ser excluyente, las envuelve a todas y por lo mismo, «en todos los bautizados, desde el principio hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu» que impulsa a evangelizar, por eso todos somos «discípulos misioneros». Discípulos para aprender y misioneros para llevar lo aprendido, la buena noticia a los demás, pues «ya no decimos que somos discípulos y misioneros, sino que somos siempre discípulos misioneros» (EG 120).
Esto produce una fuerza evangelizadora de altas dimensiones. «Esto así porque cada pueblo es el creador de su cultura y el protagonista de su historia» (EG 122), que manifiesta a través de la «piedad popular», verdadera expresión de la acción misionera espontánea del pueblo de Dios. «Se trata de una realidad en permanente desarrollo donde el Espíritu Santo es el agente principal» (EG 122).
El método más eficaz es «llevar el evangelio a las personas que cada uno trata», tanto a los más cercanos como a los desconocidos en «un diálogo personal» donde, respetando a los demás, conociendo las circunstancias concretas en que vive, se les pueda presentar la Palabra de Dios.
Para eso el espíritu enriquece a toda la Iglesia evangelizadora con distintos carismas, dones para renovar y edificar la Iglesia. «Un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad de integrarse armónicamente en la vida del santo pueblo fiel de Dios para el bien de todos» (EG 130).
«La diversidad tiene que ser siempre reconciliada con la ayuda del Espíritu Santo; sólo él puede suscitar la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la unidad» (EG 131).