Por: Jeannette Miller
jeannettemiller.r@gmail.com
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Cada día Jesús nace, muere y resucita dentro de nosotros. Tomar conciencia de este milagro permanente nos cuesta mucho tiempo de reflexión y de contemplación.
Sólo después de encontrar lo que realmente somos en lo más profundo del alma, podemos comenzar el viaje del encuentro con Dios que avanza en la misma proporción en que eliminamos lo que nos separa de Él y así le abrimos las puertas para que pueda Nacer en nuestro corazón.
Sin embargo, la mayoría de los profesionales de la sicología, afirman que en la medida en que somos capaces de separarnos de nuestro prójimo, que es separarnos de Dios, fortalecemos nuestro Yo y en consecuencia nos sentimos más seguros de nosotros mismos, por lo que aumentan las probabilidades de que podamos triunfar.
Y esta idea de triunfo se centra en fama, poder y dinero. Que reconozcan nuestro valor, que pertenezcamos a grupos estrechos y exclusivos que generan conexiones e influencias, que podamos exhibir viviendas y vehículos lujosos, siempre al último grito de la moda, etc. Y ya dentro de esa carrera de egoísmos, aunque no nos demos cuenta, estamos llevando a cabo la Pasión y Muerte de Jesús
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