Revista Palanca Abril 2020

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HUMANIZAR EL SUFRIMIENTO

En el evangelio de san Marcos 1,29-39, se nos narra el milagro de la sanación de la suegra del apóstol Pedro y también la sanación de muchos enfermos y expulsión de muchos demonios de algunas personas por obra de Jesús. A todo esto, casi ya en los versículos finales se nos dice que los discípulos buscaban al Maestro y le dijeron que «todos» lo andaban buscando y el Señor les responde que hay que ir a otras ciudades y pueblos cercanos a seguir anunciando el evangelio porque para eso es que Él ha venido.

Este pasaje del evangelista san Marcos nos pone de frente a reflexionar en la realidad del sufrimiento. Si a nosotros nos preguntaran si nos gusta el sufrimiento la respuesta por lógica ya sabemos cuál sería. Pero, lo cierto es que, aunque a ninguno de nosotros no nos guste sufrir, experimentamos el sufrimiento, y no una ni dos veces en nuestra existencia, sino varias veces. Claro que no se trata tampoco de afirmar que nuestra vida sea o deba de ser un continuo sufrimiento. Pero, ¿por qué sufrimos? Pues porque el sufrimiento es parte de la realidad de nosotros los seres humanos; nosotros los seres humanos sufrimos, nos guste o no, estemos de acuerdo o no; el experimentar el sufrimiento no es una opción en nuestra existencia. Dios mismo no exentó a su Hijo del sufrimiento; al contrario, el mismo Jesús dijo que si a Él le hicieron todas esas cosas, a nosotros también nos sucederían o la experimentaríamos. Jesús no vino a explicarnos ni a quitarnos el sufrimiento; Jesús vino a llenarnos de su presencia. Aquí no cabe aquel slogan de una iglesia cristiana brasileña «pare de sufrir». Pero en nuestros días se ha deshumanizado el sufrimiento y tenemos que recuperar esa dimensión del mismo. El que sufre no es una cosa; es un ser humano. No se trata de eliminar, matar al ser humano que sufre haciéndole sentir una falsa compasión (eutanasia); es más bien combatir y eliminar el sufrimiento, acompañando al que sufre. Por eso, ¡recuperemos la humanización del sufrimiento!

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