REVISTA PALANCA SEPTIEMBRE 2021

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¡ESCUCHA, PUEBLO MÍO!

En el salmo 80 leemos: «Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer: los entregué a su corazón obstinado, para que anduviesen según sus antojos». No hay dudas de que la humanidad está atravesando, desde hace un buen tiempo, una gran crisis en todo el sentido de la palabra: crisis política, crisis económica, crisis social, crisis cultural, etc., y estas crisis tiene su repercusión en otra gran crisis: la crisis de fe y espiritual.

Gran parte de la humanidad se ha apartado y se sigue apartando de Dios; sigue abandonando el camino que a Dios le conduce. Esto se traduce también en lo que podríamos llamar un desconocimiento de Dios. Jesús ya había dicho «yo soy el buen pastor; yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, porque escuchan mi voz». Pues esa parte de la humanidad ha dejado de escuchar la voz de Dios para prestarse a escuchar otras voces que no es la de Dios; es la voz o voces de otros dioses; dioses que le han prometido lo que no pueden dar porque no lo tienen. Le han prometido felicidad y lo que está viviendo es lo contrario: guerras, odios, pleitos, rencillas, venganza, divisiones, etc. El pueblo de Dios no escucha a su Dios, y a Dios no le ha quedado de otra que dejarlo en su obstinación para que se dé fuerte en su cara y quizá así pueda entender qué es lo que en realidad le conviene. El pueblo de Dios camina en sus antojos y no en la voluntad de su Creador. Al no escuchar a su Dios pues tampoco le puede obedecer, porque le parece que Dios interfiere en su libertad de manera arbitraria y no le deja actuar libremente.

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