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AMOR INCONDICIONAL NO SIGNIFICA SALVACIÓN INCONDICIONAL
Ya sabemos, por lo que leemos en las Sagradas Escrituras, que la esencia de Dios es el amor. El evangelista san Juan, en su primera carta 4,8 ya nos lo dice: «El que no ama no ha llegado a conocer a Dios, porque Dios es amor». Podemos decir entonces, en otras Palabras, que en Dios no hay amor, sino que Dios es amor, es la esencia del amor, la fuente: Jesús, en el diálogo con la samaritana nos lo hace ver, cuando le dijo que, si seguía tomando del agua del pozo, seguiría teniendo sed; pero que si tomaba del agua que Él le da, nunca más tendría sed. Y es que Dios, su Hijo Jesucristo, es la fuente inagotable del amor. Hacia ese amor es que tiende nuestra vida, nuestra existencia.
Dios no puede contradecirse a sí mismo en el sentido de que alguien pueda pensar o afirmar que ama a unos y a otros no. Tampoco podemos afirmar que ama más a unos que a otros. Dios nos ama a todos, y nos ama con un amor de predilección, mas no exclusivo. Podríamos preguntarnos: ¿nos ama Dios igualmente a todos? La respuesta podría ser NO. Dios nos ama a todos de una manera diferente, en el sentido de que cada uno de nosotros somos diferentes: es cierto que unos necesitan un cuidado más profundo que otros. Pero esto no quiere decir que haya diferencia, sino más bien predilección: un cariño especial, mas no exclusivo, con que se distingue a alguien o algo entre otros.
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