Posiblemente te has esforzado mucho por lograr tus metas, por comprar un apartamento, por mantener y obtener nuevos clientes, alcanzar los objetivos que te exigen en la empresa, salvar tu matrimonio para que tus hijos no se alejen de los valores y de la fe; sin embargo, por más que te has dedicado, todavía no ves los resultados que esperas, y quizás te preguntas: ¿Por qué? ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Acaso estoy haciendo algo malo para merecer que esto me está pasando? No, simplemente sigues en la orilla…
Pedro, quien era un experto pescador, que había aprendido de su padre desde niño esta única tarea para su sostenimiento económico y el de su familia, también una vez le dijo a Jesús: «Maestro, hemos estado tirando las redes toda la noche y no hemos pescado nada…» (Lucas 5, 5). Me imagino el desalentado tono de voz de Pedro en estas palabras. Él en ese momento se sentía desesperanzado, que ya había hecho todo lo que pudo y realizado su mayor esfuerzo. Había aplicado sus conocimientos y capacidades de la manera correcta en lo que mejor sabía hacer por alcanzar su objetivo, pero no había logrado lo que esperaba.
Pedro ya se declaraba rendido y sin esperanza, pero fue ahí, en ese instante cuando dio un paso en fe y se dio cuenta de que no era él quien controlaba su barca y que sabía la mejor forma de llevarla; no era él quien sabía cuál era la mejor forma de echar las redes, sino su maestro, a quien quizás sin palabras gritaba: – ¡No he logrado mis objetivos! ¡Estoy cansado de esforzarme sin resultados! ¡He llevado mi barca y tirado mis redes con toda mi capacidad e inteligencia! ¡Sí Jesús!, pero si tú me dices que confíe en ti, que deje a ti dirigirme y enseñarme como debo llevar mi vida, pues lo haré! ¡Por tu palabra echaré las redes como tú digas!
Jesús quiere que le des el timón de tu vida, que te dejes guiar por él, que le entregues tu trabajo, aquello en lo que eres bueno(a) y él lo multiplicará. Él no quiere que sigas en la orilla de tu fe, te invita a que entres mar adentro; que confíes más en él; que profundices en él. Pedro le dejó conducir su vida y tiró las redes donde le indicó, y… ¿sabes qué pasó?:
«Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros
de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador». (Lucas 5, 6-8)
Quizás te sientas muy pecador como para profundizar en tu fe en Jesús o tal vez has sentido miedo de hacerlo, pero hoy él mismo te dice: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres». El Maestro no sólo quiere que trabajes por dinero, sino también por la salvación de otras personas. No temas ni te sientas demasiado pecador(a) para decirle a Jesús: ¡Por tu palabra echaré las redes! ¡Porque tú me has llamado creeré!
¡ENTRA MAR ADENTRO EN TU FE HERMANO(A)! ASISTE NO SÓLO EL DOMINGO A LA MISA, MÁS BIEN PARTICIPA FRECUENTEMENTE, INTÉGRATE A UNA COMUNIDAD. PEDRO NUNCA PESCABA SÓLO. DÉJATE AMAR Y GUIAR POR JESÚS QUIEN CONOCE TU VIDA, PROFUNDIZA EN TU FE Y LANZA TUS REDES CON ÉL, CON AQUELLO QUE MEJOR SABES HACER, PARA QUE OTROS LE CONOZCAN. ÉL SUPLIRÁ LO QUE NECESITAS.
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