Por:
Freddy Contín
La crisis económica, moral y social por la que atraviesa la humanidad, provoca que aparezcan situaciones muy dolorosas que revelan no solo una ausencia de protección de los derechos fundamentales o una distribución injusta de los recursos, sino también una falta de respeto al ser humano.
Se constata día a día que la pobreza, la falta de recursos, la inexistencia de unas condiciones
de igualdad en el reconocimiento de los derechos humanos y una sociedad marcada por una violencia creciente, afectan entre sus víctimas sobre todo a los niños y a las mujeres. Este hecho es especialmente grave en los países más pobres, donde son ellas, las mujeres, las protagonistas y los agentes más eficaces del desarrollo humano.
Los datos nos dicen que el 70% del comercio internacional de personas, lo sufren mujeres y niñas y que las 2/3 partes de las personas analfabetas, son mujeres.
Estas son solo dos muestras de la discriminación que sufren tantas mujeres, que engendra violencia contra ellas, hambre, enfermedad, invisibilidad, etc. Y como telón de fondo, la falta de reconocimiento de la igualdad de la misma dignidad de cada ser humano, ya sea hombre o mujer.
Aunque es cierto que desde los orígenes de la humanidad la mujer se ha beneficiado en su papel de madre de un respeto que es casi veneración, sin embargo, por contraste, demasiado a menudo se ve maltratada en su ambiente familiar y también en la vida común.
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