«¿CULPABLE? SI, PERO INOCENTE»

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Por: +MONS. AMANCIO ESCAPA, OCD
Obispo Auxiliar Emérito de Santo Domingo Asesor del MCC

Hemos re exionado y recorrido una etapa durante el año de la Misericordia, llegar a la dimensión de considerarnos «misericordiados», dimensión de haber sido acogidos en el perdón y la misericordia de Dios.

Es uno de tantos milagros y privilegios que el Señor nos ha concedido a lo largo del año. ¡Qué maravilla!¿Culpables? SI, pero por amor «Inocentes».

En uno de los links que suelen aportar las redes sociales expresaba esta idea: «El único juicio en que reconociendo ser culpables, se sale liberado como inocente».

¿Quién pagó la culpa? El. Sólo el Dios amoroso en su Hijo Jesucristo hizo el milagro y el privilegio de salir airosos del juicio.

Una etapa recorrida. Pero como dice el poeta: «Caminante no hay camino, se hace camino al andar». Vamos por etapas hacia la meta.

Desde el interior de nosotros mismos recorrimos la primera etapa. Era indispensable hacer esta ruta. Ahora mirando al exterior, vemos con amplitud e iniciamos la segunda etapa, que, en frase del papa, nos invita y estamos llamados a «Misericordiar».

En otras palabras: Si hemos sido declarados inocente por la misericordia de Dios a través del sacramento de la Reconciliación, es preciso salir en busca de «culpables», y culpables somos todos cuando lo reconocemos y nos acogemos al Dios amor. Sólo Él es Santo.

El hecho de reconocernos culpables, reconocer nuestros pecados, egoísmos, orgullo, envidias, ira, etc.etc., ya es suficiente para que la «pisonadora del Dios amor» destruya todo y de dimensión de culpabilidad pasamos a la dimensión de inocencia.

Son las «trampas» de Dios, que cambia el agua en vino, el egoísmo por la caridad, el orgullo por la humildad, el odio por el amor.

Inocentes… SI, pero para «inocentar» a los demás, es decir para ayudarles a reconocer su culpabilidad y dejarse arrastrar por el amor misericordioso de Dios a través de manos humanas, cercanas que dedicar su vida a misericordiar.

No seguir este caminar y avezarnos sólo a regodearnos en nuestra «donada inocencia», sería como detenernos en el camino y quedarnos a mitad de etapa para llegar a la meta.

El Reino de Dios está en camino. Somos nosotros quienes le tenemos que ir vitalizando para seguir haciendo camino al andar.

Buscar al extraviado, al perdido, al marginado que nos sabe con ar en Dios, porque no le conoce y nadie se detiene para comunicarles que hay otro modo de vivir la vida. Decir que alguien está pendiente de nosotros en todomomento. Cuando pensamosque se ha ocultado, es que está atravesando la nube que nos lo oculta, para hacerse visible, palpable, cercano, aun en la sombra.

Al desaparecer la nube gris de nuestra culpabilidad, le vemos a nuestro lado y la primera palabra que sale de su boca es: No temas, Yo estoy contigo. Te acompaño al caminar: Voy delante de ti para señalarte el camino. Y sigo tus pasos detrás de ti, mejor a tu lado, para si tropiezas sostenerte, y si llegares a caer, darte la mano, sujetarte, sostenerte para que no te hagas daño.

¡Qué bueno es sentirse acompañado! «Juntos andemos, Señor», decía Santa Teresa de Jesús.

En los momentos de angustia, en las dudas, en los sinsabores de la vida es fascinante, a pesar de la oscuridad, saber que El está presente para no dejarnos caer o para levantarnos si caemos.

El sol no deja de brillar porque nos le oculten las nubes, ni el amanecer se detiene en su recorrido hacia el horizonte porque las estrellas impidan verle correr. Desaparece la noche, surge el nuevo día, el sol vuelve a brillar y la luz ilumina nuestro caminar.

Conclusión. «Misericordiados para Misericordiar». Esa es nuestra tarea y nuestro caminar en la construcción del Reino que «está en camino».

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