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«Para que abras sus ojos y así se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios, y reciban el perdón de los pecados y la herencia entre los santificados por la fe en mi» (Hc 26,18).
Jesucristo pide humildad de mente y corazón para revelarse a los que crean a través del testimonio, porque Lucifer es enemigo de Dios y eso es lo que significa su nombre, Diablo: el que divide. El hombre no se da la vida a sí mismo. Es hechura, es creación de Dios por su Hijo Jesucristo: «Todo fue creado por él y para él. El es anterior a todo y todo se mantiene en él». Jesucristo es la piedra angular donde tiene y debe de edificarse todo el ser de la persona; es la roca firme donde se construye el templo vivo y santo de Dios, y en donde se le adora en espíritu y en verdad. Lucifer es criatura de Dios, gozaba de la presencia eterna de Dios. Pero al llenarse de soberbia, perdió esa visión beatífica de Dios, condenado de forma irremediable y eterna por su pecado, su soberbia. Lucifer gozaba de la savia de Dios, del árbol de la vida que es Dios. Pero no quiso permanecer en Dios y cayó al suelo, se secó y fue echado al fuego con sus seguidores.
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