Por:
José Gabriel Vásquez
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Un grupo de discípulos iban enmarcha, conversando y haciendo cuentos de lo que había ocurrido atrás en un sepulcro el cual había quedado vacío porque un talJesús había vencido la muerte,levantándose entre rayos de luces y lámparas celestialespara volver a la vida. Veníantan entretenidos, dudosos y tan inmiscuidos en el tema que ni siquiera se persuadieron queel mismo Jesús que había salidode esa tumba, iba a su ladoconversando con ellos.
Les faltaban doce quilómetros para llegar a ese pueblecito llamado Emaús, sudados, con los pies llenos de polvo y con la tibia brisa frotándoles el rostro y moviéndoles sus vestiduras, mientras ese desconocido que se les presentó en el camino, trataba inútilmente de explicarles las escrituras y el por qué había sucedido lo que aconteció en esa tumba. Pero ellos, atareados por la prisa y envueltos entre sus dudas, no cayeron en cuenta que su compañero de camino era el mismo Jesús que habían visto ser crucificado.
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