CAMBIEMOS DE RUMBO
Desde hace unos años atrás estamos siendo testigos y, -más que testigos-, adecuado es decir que estamos siendo atacados por estos grupos que se dicen de vanguardia y progreso que están llevando a la humanidad a un callejón sin salida con esta nueva visión del mundo y su pensamiento único, o lo que otros conocen como «nuevo orden mundial».
Esta nueva dictadura del relativismo que en su momento denunció el Papa Benedicto XVI. Si ya el mismo Jesucristo había dicho que «la verdad nos hará libres»; el lema de estos paladines modernos es el «mientras más libres seas, más verdadero serás». Así nos llevan camino a la anulación del ser humano convirtiéndolo en una cosa, despojándolo de su dignidad, principios, valores y su sentido de trascendencia.
Nos parece muy acertado, -teniendo en cuenta que nos encontramos ya a días de elegir nuevas autoridades o ratificar a las que están-, compartir con ustedes una serie de considerandos que el periodista y consultor Paco Segarra, comparte con la audiencia y que quisimos tomarlo para nosotros y aplicarlo a nuestra realidad en vistas a las próximas elecciones presidenciales. Los cristianos no estamos ni debemos ser ajenos ni mucho menos sustraernos al compromiso político en la sociedad en que vivimos. El verdadero y auténtico creyente no puede jamás renunciar a ser luz en este terreno donde abunda la oscuridad.
En su libro «La columna del coronel Paquez», el señor Segarra nos habla del «manifiesto del voto en blanco católico» para que una lluvia de blancura, de pacífica limpieza, cubra las urnas y vacíe el parlamento y los ámbitos del poder político de la maldad que atenta contra el bien común y la justicia. Así entonces: 1- no quiero teñir mi voto con la sangre de los niños antes de nacer; 2- no quiero dar mi voto a los verdugos de los desahuciados, de los pobres, de los débiles, de las viudas, de los huérfanos. Y la clase media; 3- no quiero manchar mi voto con la suciedad de la usura económica y la corrupción política; 4- no quiero que mi voto valide la derogación de la ley natural; 5- no quiero que mi voto contribuya a la destrucción de la familia y a la corrupción de la moral y las costumbres; 6- no quiero que la verdad se determine en un parlamento; 7- porque la mayor influencia de mi voto es la repercusión moral que tiene en mi conciencia; 8- porque el mal menor es, a la larga, el mayor de todos los males. Nunca se pacta con el mal, ni poco ni mucho; 9- porque más vale una Iglesia prohibida, perseguida y mártir, que una Iglesia liberal y acomodada al mundo; 10- porque no quiero permitir que el estado eduque a nuestros hijos; 11-porque no quiero que el estado, ningún estado, se convierta en un dios al que hay que adorar; 12- porque los derechos fundamentales de las personas no pueden separarse del bien común y de la salvación de las almas; 13- porque no se puede servir a Dios y al dinero. Y porque mi conciencia no habita en mi bolsillo; 14- porque tengo mandado amar a los enemigos, no puedo odiar ni ofender; pero
tengo el deber de denunciar la injusticia, la mentira y la iniquidad; 15- mi voto no irá a parar a manos de impíos, de mercaderes y lacayos de organizaciones transnacionales; 16- mi voto no contribuirá al triunfo de los mediocres y de los charlatanes. Ni al de la banca internacional; 17- porque no quiero que mi voto conceda al César lo que es de Dios; 18- y porque si doy a Dios lo que es de Dios, tengo que defender sus derechos y los de su santa Iglesia.
Cuidado con la masonería y sus adeptos. No caben dudas de que tienen gran influencia política y social. Tenemos que aprender a identificar a esos lobos que se disfrazan de corderos. A esos comerciantes de la política que con su discurso demagógico engañan las conciencias de los más incautos para conseguir su voto haciéndoles falsas promesas y después se olvidan de las mismas cuando tienen el poder político en sus manos, porque para éstos «el poder es para usarse; no para servir».
Y es que el poder es un ídolo muy unido al dios dinero, pues vuelve locos a los hombres orgullosos, porque fácilmente se sienten unos elegidos, unos mesías, y justifican de este modo, -asqueroso también-, cualquier tropelía. Debemos de saber qué políticos son católicos-practicantes porque el catolicismo está en las antípodas de las sociedades secretas. El catolicismo ha tenido, sin duda, gran influencia política y social. Pero lo ha hecho a cara descubierta. No se ha escondido en ocultas logias. Para saber a quién votar debemos conocer la cosmovisión y el modelo de hombre que propone el candidato.