«MIRADA INTROSPECTIVA»
Ayer, me refiero al apartado del mes de noviembre, volvíamos los ojos en busca del rostro de Cristo. «Tu rostro buscaré, Señor». Hoy en este final de año, no el final del año dedicado a la Vida Consagrada pues termina en febrero, la mirada es introspectiva. Del rostro de Cristo mirada hacia nosotros mismos. Quisiera señalar algunas de las inquietudes manifestadas por el Santo Padre Francisco, para llevarnos a una reflexión personal sobre el resultado de la celebración del año dedicado a la Vida Consagrada. Aparecen estas interrogantes concretas en una carta dirigida por el papa a los consagrados «La alegría del evangelio, dice el papa, llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría». (EG 1) «Invito, dice en otra parte, a cada cristiano a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por El, de intentarlo cada día» (EG 3) Nos pide el papa releer nuestra historia personal y verificarla a la luz de la mirada de amor de Dios. La carta «Alégrense» que con motivo del año de la vida consagrada ha publicado la Congregación para los Institutos de la Vida Consagrada y Sociedades de vida apostólica, y cuyo
contenido es Magisterio del papa, expone estos puntos de reflexión, muy a tener en cuenta y un examen de conciencia.
– Quería decirles una palabra y la palabra es alegría. La alegría de seguir a Cristo.
– Una mirada al corazón. Mira en lo profundo de tu corazón, en lo íntimo de ti mismo y pregúntate: ¿Tienes un corazón que desea algo grande o un corazón adormecido por las cosas?
– Dios te espera, te busca. ¿Qué respondes?
– Somos víctimas de una cultura de lo provisional. Querría que pensaran en esto: ¿Cómo puedo liberarme de esta cultura de lo provisional?
– Esta es una responsabilidad, ante todo de los adultos, de los formadores. Es de ustedes dar un ejemplo de coherencia a los más jóvenes. ¿Queremos jóvenes coherentes? Seamos coherentes nosotros.
– Podemos preguntarnos: ¿Estoy inquieto por Dios, por anunciarlo, por darlo a conocer? ¿O me dejo fascinar por la mundanidad espiritual que empuja a hacer todo por uno mismo?
– ¿Cómo estamos con la inquietud del amor? ¿Creemos en el amor a Dios y a los demás? ¿Nos dejamos inquietar por sus necesidades o nos quedamos encerrados en nosotros mismos, en nuestras comunidades, que muchas veces son para nosotros
«comunidad-comodidad?
– ¿Sabemos esperar el mañana de Dios? ¿O queremos el hoy? ¿En los monasterios, en las comunidades se espera el mañana de Dios?
– La inquietud del amor empuja siempre a ir al encuentro del otro, sin esperar que sea el otro a manifestar su necesidad. La inquietud del amor nos regala el don de la fecundidad pastoral. ¿Cómo va mi fecundidad espiritual, mi fecundidad pastoral?
– Una fe auténtica implica siempre un profundo deseo de cambiar el mundo. He aquí la pregunta que debemos plantearnos: ¿También nosotros tenemos grandes visiones e impulsos? ¿También nosotros somos audaces? ¿Vuela alto nuestro sueño? ¿nos devora el celo? ¿O, en cambio, somos mediocres y nos conformamos con nuestras programaciones apostólicas de laboratorio?
Preguntas e interrogantes que tenemos que llevar a nuestra reflexión personal. Está llegando el fin del año dedicado a la Vida Consagrada. Es buen momento para un profundo examen de conciencia y renovación de propósitos positivos para no hacer de nuestra vida una farsa y renovar la llamada «del primer amor», capaz de hacernos levantar de nuestra rutina y vivir nuestra vocación de alegría fecunda.
Por: +MONS. AMANCIO ESCAPA, OCD Obispo Auxiliar de Santo Domingo Asesor del MCC