UNIDAD FAMILIAR

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POR: ALTAGRACIA SURIEL

Recientemente el papa Francisco a rmó que «las familias son la Iglesia doméstica dónde Jesús crece». La familia es la cuna de la fe, la esperanza y la caridad. Pero para que estos valores crezcan y se practiquen, es imprescindible la unión familiar. En 1958, el sacerdote irlandés Patrick Peyton promovía el Rosario bajo el lema «la familia que reza unida, permanece unida». La oración es el sostén de la familia. La promesa de Jesús estar presente cuando hay dos o más unidos en su nombre, se cumple sobre todo en la familia.

La fe en familia da frutos: mi familia

Desde su origen mis padres hicieron una apuesta por la fe vivida en familia. Gracias a ello hemos visto la acción de Jesús en cada momento. Hemos sido testigos de su poder transformador, de la bendición y protección que ofrece a los que se abandonan a El, y los frutos que se cosechan cuando se pone la esperanza en su Gracia. Los frutos de Jesús en nosotros han sido la unión, la fortaleza, la fe y el servicio a los demás.

Mis padres duraron más 50 años de casados. Diariamente los vimos orar con una fe profunda, más aún en las di cultades. La oración era unión. Ese ejemplo nos ha acompañado a lo largo de nuestra vida.

La unión familiar se fortaleció sobre todo en la adversidad. Mi padre fue un paciente renal que por más de 10 años asumió con alegría su enfermedad y también el sacri cio que implicaba dializarse tres veces por semana. En vez de esperar un milagro de sanación física, comprendió que lo extraordinario ya lo había obrado Dios al ayudarlo a aceptar su enfermedad como una oportunidad de puri cación espiritual. En esa situación vimos también el testimonio de una madre que acompañó y apoyó a su pareja en todo momento, y que hizo de su estadía en el hospital un apostolado de consejería espiritual, amistad y servicio.

Mi padre fu un hombre sencillo que dejó huellas de bien en todo el que lo conoció. Sobre todo en los pobres e indigentes a los que ayudó. Su gran ejemplo fue el amor a Dios y al prójimo.

Los frutos de la fe en familia también los palpado en la felicidad de dos hermanos que son religiosos consagrados. Ellos son el ejemplo de vidas plenas de sentido. Tuvieron la valentía de entregarse al trabajo de los jóvenes, a la educación y la oración.

Ellos son testimonios de que la vida en Cristo es paz, alegría y felicidad. El ejemplo de mi familia es lo que también hemos vivido en el ámbito laboral. Como salesianos, la opción por los más pobres ha sido nuestra vocación. En cada acción social en bene cio de los niños, niñas, jóvenes y familias hemos visto una oportunidad para crear oportunidades, tender una mano y rea rmar la fe desde la alerta de Jesús de que vinimos a este mundo a servir, no a ser servidos.


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